jueves, 27 de noviembre de 2008

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Había una vez dos hombres, los dos con enfermedades graves, en la misma habitación de un gran hospital.
Pese a ser una habitación minúscula, tenía una ventana que miraba al mundo. A uno de los hombres, como parte de su tratamiento, se le permitía sentarse en la cama durante una hora por la tarde (Algo relacionado con la extracción de liquido de sus pulmones. Su cama estaba junto a la ventana. Pero el otro hombre debía pasar todo el tiempo acostado boca arriba.

Todas las tardes, cuando el hombre que estaba al lado de la ventana se instalaba para su hora, pasaba el tiempo describiendo lo que veía afuera. Al parecer, la ventana daba a un parque en el que había un lago. En él había patos y cisnes y los niños se acercaban para arrojarles pan y hacer navegar sus barquitos. Los enamorados caminaban tomados de la mano junto a los árboles y había flores y canteros de césped y juegos. Y al fondo, detrás de la hilera de árboles, se veía un espléndido panorama de la ciudad, recortada contra el cielo.

El hombre acostado escuchaba las descripciones que le hacia el otro, disfrutando cada minuto. Oía que un niño, casi se había caído al lago y lo lindas que estaban las chicas con sus vestidos de verano.

Las descripciones de su amigo, en definitiva, le hacían sentir que prácticamente podía ver lo que pasaba afuera.

Una tarde muy agradable, se le ocurrió: ¿Por qué el hombre de la ventana debía tener todo el placer de ver qué pasaba?¿ Por qué no iba a tener él una oportunidad? Se sintió avergonzado, pero cuanto más trataba de no pensar así, más quería el cambio.

Haría cualquier cosa! Una noche, mientras miraba el techo, el otro hombre se despertó de repente con tos y ahogos, y trato desesperadamente de alcanzar el botón para llamar a la enfermera. Pero él lo observo sin moverse, incluso cuando el sonido de la respiración se detuvo.

A la mañana, la enfermera encontró muerto a su compañero y, en silencio se llevaron su cadáver.
Cuando lo consideró oportuno, pregunto si no podían cambiarlo a la cama que estaba al lado de la ventana. Lo trasladaron, lo instalaron y lo pusieron cómodo. En cuanto se fueron, con dificultad se incorporó y se asomó a la ventana.

Enfrente había una pared blanca...

2 comentarios:

Gustavo dijo...

Que hijo de puta!!
Porque no se murio el chanta!

El otro, que era bueno estiro la pata! que injusta que es la vida Polaco!

Gisela dijo...

Es feo toparse con la pared,a veces inevitable diría.Como el correr del tiempo.
El tiempo no tiene tiempo para esperarnos
por eso nos corre.


La gente es veloz para tantas cosas
pero a veces le falta humanidad,
de ahí la injusticia de la vida.